Cuántos Cuentos

Aquí no cabe ni un príncipe ni una princesa más,
como se suele decir «no me cuentes cuentos que…» ese yo ya me lo sé
y lo he contado también a veces.
¿Recordamos cuentos infantiles?,
esos que al crecer nos damos cuenta de que nos regalaron finales a medias con omisión de la parte incierta que venía detrás del bonito final,
esos en los que no nos dieron todas las versiones de los protagonistas para saber que ni los malos son tan malos ni los buenos tan buenos.

Rodeados de verdades a medias desde que intentas buscar la verdad «absoluta» en tus padres, no era raro que surgiera tanto personaje intocable de sangre azul, tanto «nini», tanto «nono» creciendo sostenido entre algodones que con el «peso» de los años te dejan caer al suelo sin miramiento,sin posibilidad de rescate por el valiente príncipe o la apasionada princesa.

Y no, no me los cuentes más, que hace muchos años que no tenemos que volver a casa a las doce ni ponemos todas nuestras esperanzas en zapatos de cristal perdidos,
hace mucho que los lobos huyen de los hombres y no al revés,
que siete hermanos no viven juntos por mucho que se quieran ni una mujer veinte años más joven hace de su madre y los cuida.

Ya salimos del cuento, las certezas ahora las labra cada uno y realmente las únicas irrefutables para todos son las pasadas, lo que fue, lo que no se puede cambiar, lo que no engaña, aquí no hay más, no hay final con adorno

Pero sí, hay más,
ahí está tu experiencia, a pesar de que volvamos a caer en el pasado borroso de los cuentos que hicimos parte nuestra vida,
ahí están esas cicatrices tan chulas que adornan cuerpos imperfectos como el tuyo y el mío dicen que esto no es cuento, ni rosa ni azul,
que no eramos tan príncipes ni tan malvadas, que o te mueves o te quedas, pero no van a llegar personajes de cuento a hacerlo por ti,
aquello era lo que era,
cuentos.

Y no, no me los cuentes más,
que esto consiste en valerse por uno mismo porque la lámpara de Aladino ahora es Led, no vale frotarla y que te traiga sueños a domicilio,
los ratones no hablan ni cocinan, las ratas salieron de su medio natural y aunque siguen siendo mayoritariamente negras van disfrazadas a veces y hablan
Ahora, a veces ganan.
Pinocho no es de madera ni lo crean sus padres buscando semejanzas, se hacen solos, ahora no les crece la nariz y en muchas ocasiones cuesta reconocerlos debajo de capas de manipulación, conquista y abandono.

Esto no es un cuento, pero podría ser la segunda parte del cuento que te leyeron de niño,
esa en que la realidad pisa ideales que para alguno de nosotros ni siquiera lo fueron,
esa realidad que te trae al mundo,
esa donde las caperucitas y cenicientas se parecen más a madrastras y lobos,
esa en la que los príncipes y princesas acabarán dándose de bruces con su cuento y verán que aquí hay que luchar por lo que quieres, no tumbarse en un diván y esperar a que te den un beso para que todos tus sueños se cumplan por la voluntad y amor de otro.

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