En todas las charcas hay renacuajos dispuestos a convertirse en rana.
Si te salió rana habrá que buscar una charca donde ahogar penas, ¿no?,
subes porque bajar se te hace rutina después de que el azúcar abandonará tu cuerpo por una rubia de vértigo sin precipicio,
te buscas las dos manos en el último cuerpo al que se las prestaste porque siempre pensó que tenías cuatro,
regalas la sexta vida como si el próximo metro noventa no te fuera a matar de una puñalada en la espalda premiándote con otra vida para no saber muy bien qué hacer con ella,
suspiras porque después de todo fue aire y no hay molinos que mover, ni quijotes que te vayan a hacer gigante,
colocas el orgullo a la izquierda del último adiós que te dejó muda esperando oír esa definitiva palabra que no salió nunca de su boca,
y con razón o sin ella,
caminas buscando alguien que necesite un intercambio, de razón por tanto corazón roto haciendo puzzle en el lugar equivocado de los aciertos erróneos que te caracterizan,
estos hábitos no te hacen monje,
pero la repetición los convierte en costumbre para vivir en cualquier lugar donde dejar que la noche se caiga muerta de tanto oscurecer estrellas,
para que los que aparentan ser cuerdos hagan locuras y escondan la mano aparentando la sensatez que tuvo esa loca de atar al no soltarte antes de que liaras su corazón con tres cabos sueltos,
lo sabes,
hiciste kilómetros para llegar a ningún sitio y tropezar en la misma piedra consciente de que podías salvar cualquier obstáculo
y en la charca de los últimos nadas
te ahogas con la gloria amarga de poder seguir saliendo a flote
a pesar de que este barco lo han (a)saltado ranas mil veces
pero nunca logran declararlo hundido.
@situmiradanomiente