Hasta que la muerte nos separe y para vosotros sea causa suficiente,
hasta esos ojos que se hicieron ciegos conscientes de lo que no querían ver,
hasta esas manos que no se levantaron nunca para agarrar la mía,
hasta vosotros, los del apoyo condicionado a hechos probados,
hasta vosotros que lloráis a posteri ante mi “cadáver” cuando vuestras lágrimas no se derramaron para tirar del hilo de mi mala vida,
a vosotros, que me dejásteis sola en un circo de cuchicheos al borde de una escalera, que fuisteis avestruces al paso de tres golpes mal dados,
a vuestras miradas en el lado incorrecto de una falsa ignorancia, a vuestro ocultar aquello de lo que en parte me creíais culpable,
a los del ver la solución fácil pero no hacer nada porque lo sea,
a los de la ayuda condicionada a todo tipo de explicaciones,
a los de la justificación de hasta el último pelo arrancado y la última esperanza perdida,
a los amigos de la vista gorda y el apoyo condicionado a la demostración de lo imposible,
a ellos que la “cera” legal hace que resbale su culpa, a los de las vueltas al círculo vicioso y salida en la primera rotonda para esquivar una mínima implicación,
a quienes sois mi condena cuando ante los gritos subís el volumen de vuestra vida para intentar taparlos,
a los que os giráis para que vuestra mirada se una al infinito y no cruzaros con el dolor de una noche más en mis ojos,
a vosotros que os hacéis protagonistas del después para ocupar dos segundos de un plano y permanecéis cuando más se os necesita en el oscuro prostíbulo del consentimiento,
a vosotros que me dejasteis con un problema que era solo mío y ahora hacéis banderas de solidaridad,
A vosotros,
¿cuál es vuestra culpa?,
¿cuál es vuestra condena?