Me reconozco culpable de aquella mirada que paró el tiempo,
de buscarte hasta encontrarte,
de creer en ti sin conocerte,
de dibujar una amistad incondicional en la que solo creía yo,
de sonreír al mal tiempo,
de llorar hasta la última lágrima,
de querer que ganaras al pasado y te rieras de los imbéciles que no creían en tu futuro,
de que demostraras que los buenos a veces ganan…