Ya no me importas,
o tal vez sí porque sigo escribiéndote,
siendo más exactos, escribiéndome para ti.
Ya no me importas tanto,
eso es, quizá este “tanto” se ajuste más a mi menos.
Hoy liberé mis paredes del empapelado con las sonrisas de tus ojos, aunque reconozco que le eché una última mirada para poder archivarlo como recuerdo por si tengo que volver a él,
ya puedo seguir sumando, o mejor, restando,
esta noche por primera vez dejaron de ocupar mis sueños aquellas palabras que llenaban todo y al final resultaron totalmente vacías, imprecisas con la que a mí me parecía la realidad.
He vuelto a practicar el salto, deporte que había dejado a un lado cuando tú me enseñaste como se ignora algo o a alguien y que se den cuenta,
Y sí, me di cuenta, lo retomé, no me levanté, dí un salto de récord olímpico, el necesario para poder empezar a decir adiós al pozo en el que me estaba dejando caer después de tantos meses intentando derribar muros inútilmente.
He comenzado a dar un repaso a aquellos conceptos de las tediosas clases de lengua, a tu lado me hubieran sido muy útiles,
le voy cogiendo el truquillo a la polisemia de palabras y de algunos,
al doble sentido de las uniones,
a los refranes sobre la amistad,
a los giros lingüísticos de la vida…
En primera persona de un tiempo verbal complejo, voy asumiendo que hay que leer las etiquetas, las instrucciones para el funcionamiento correcto de las cosas, eso es algo que siempre he aborrecido, me dejo llevar por la intuición y no,
si hubiera «leído» más estaría advertida de que nada es para siempre,
de que las personas como las cosas, se estropean, se pierden, menguan,
se rompen por el uso.
Hoy le encontré un sentido distinto a aquellas palabras extremas y casi nuestras,
el “siempre” y “nunca”, los vi caminando juntos, uno de la mano del otro,
no parece que puedan vivir en espacios distintos aunque muchas veces los utilizáramos para excluirse,
cuando nosotros éramos para siempre, para cerca, para no olvidar… y nunca para nada.
Hoy, me he levantado receptiva al aprendizaje, pero ya no tengo que pedir ayuda para que me cambies por algo, para ser tu nunca,
lo hiciste solito y muy bien,
y tu “nunca te olvidaré” posiblemente me haya cambiado a un sitio preferente y estudiado en tu olvido,
pero mira, ya soy capaz de sacar conclusiones,
tú ya no eres mi “para siempre”, aunque sea básicamente porque ya no estás,
ahora el «siempre» lo utilizo para otras cosas,
se lo coloco a mi perro al sacarlo a la calle, a los míos, a ese cuadro torcido del salón que da igual colocar mil veces, siempre se tuerce como mi esperanza en ti,
y respecto al “nunca”, sí, ahora sí es nuestro,
a eso se quedó reducido el nosotros, el cerca, el siempre,
porque hoy por primera vez asumí que siempre y nunca no se separan, que
“para siempre”, nunca ni con nadie más.
Situmiradanomiente