Soy así, de preguntar, de no saber que responder, de buscar otros significados a las respuestas, a cualquier pregunta, de desconfiar a veces de las palabras, de quedarme con las miradas que hablan, que sólo tienen una interpretación y un profundo pasado, esas que hacen irrisorio saltar de un puente porque el vértigo con que estrujan tu estómago te recorre entero cada vez que las encuentras.
Es así porque un vez el mejor lugar del mundo lo encontré en una mirada, en aquella que un día decidió mirar a otro lado y que ni en ese momento fue capaz de mentirme, simplemente me esquivó.
Irónico ¿no? contradictorio pero sí, antes de que cualquiera me diga una palabra, busco una mirada, unos ojos y entonces es que SI o para siempre que NO,
una mirada no miente, no sabe fingir, puede no decir nada pero si habla lo dice todo,
y para cuando eso no ocurre,
están ellas, una palabra, varias letras, escribes y tienen la vida que decides darles,
las hacemos frase, realidad, recuerdo, olvido, regalo, odio, amor…
La dejamos en la memoria, en el recuerdo de otro que vive lo que lee en ellas, en los que quieres, en los que conoces, con lo que sueñas, lo que tienes, lo que eres.
Cada uno tenemos una palabra que nos recuerda a alguien o algo y todos somos una inolvidable y muy nuestra que posiblemente escribió alguien distinto de nosotros.